Me gusta imaginarla así, entre cuatro paredes blancas desgarrando recuerdos frente a mi foto en la pared, llenando con calles su arrepentimiento o indignamente y al fondo de mis deseos...volviendo por mi.
Pero hace ya varios meses que me automedico -de dos a tres chocolates diarios y una chaqueta por las noches- tratando de suplir la dosis de narcóticos que he dejado de recibir.
-Todo es culpa de ella- le digo a la imagen obesa frente al espejo.
Nos conocimos paseando en el parque una mañana, su mirada en busca de felicidad y la mía sobre sus nalgas, haciendo la analogía diaria de una mujer sobre mi cama. Tenia ese rostro del que brotaban lagunas de mi infancia, y compartíamos un olor lluvia que acabo por empaparnos todos.
Nos veíamos los lunes, viernes y domingos de 5 a 10...comíamos pizza y a la primera señal de feniletilamina acariciaba sus pezones duros, y mientras ella rasgaba mi espalda nos dábamos la mas deliciosa ducha química que las hormonas podían brindarnos. Al terminar, las endorfinas flotando entre el humo del cigarro se convertían en un sentimiento mutuo de pertenencia.
Me encantaba verla sentada, desnuda sobre el sofá, contándome su día, riendo de las fotos acomodadas en mi escritorio, o simplemente ahí, mirándome toda encuerada.
Pero ese viernes no tuvo ni la bondad de decir adiós, me dejo esperándola con el imán de pizza hut entre los dedos.
-Todo es culpa de ella- Se entero que temo a parecer un niño y se largó llevándose mi madurez consigo. De todos modos no le importa, ni a mi me importaba...bueno ya no me importa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
maullidos