sábado, 22 de mayo de 2010

Nadie la vio entrar al bar.

A paso sísmico llegó hasta donde estaba tirado el viejo y con una mirada impávida arrojó todos los susurros al otro lado del local.
Al salir, el anciano se sirvió una de sus sonrisas diáfanas y trató de abrazarla. Marina simplemente lo tomó del cuello y succionó,una y otra vez; hasta escupir una costra salada de veneno.

Caminaron a través de los encinos.

Ella lo jalaba del brazo con una ternura casi impermisible mientras él acariciaba las llagas en las cortezas de los árboles. Pasaron entonces frente a ellos los tiempos en los que el viejo no era viejo y solía ir a pescar sin adentrarse mucho al lago, por que así lo exigía su mujer ,y también pasaron los tiempos en los que Marina apenas existía en las canciones de flauta dulce que se tocaban en las fiestas del pueblo.

Sacudieron la cabeza y volaron ahuyentados los pájaros de la soledad.

Al llegar a casa el viejo cayó al piso vencido por el peso de la nostalgia, y ella se tiró ansiosa a lamer el musgo joven que nacía entre sus pies. Plañieron en un llanto mudo e interminable, Marina con sus chillidos de gata se enrollaba cerca del asador y el viejo la miraba trémulo sin saber en donde estaba, ni por que en la pequeña choza habían cinco camas enfiladas, buscando entre el humarrón de añoranza una señal de que ese había sido su hogar.

1 comentario:

  1. tus historias me cautivan sabes n.n ... no pude dejar de leerla hasta ver el final n.n me encanto :D ... me recuerda a una historia pero verdaderamente se me es dificil recordarla al 100 :D te qiero karla
    a ti y a tus escritos :D

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maullidos